lunes, noviembre 25, 2024
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Por: Rosa Elena González

Implacable con los malvados…

“Caballero con los hombres, galante con las mujeres, tierno con los niños, implacable con los malvados” seguramente quienes, como yo, pasan el medio siglo y alguna vez escucharon radionovela con la abuela, primos o compañeros de primaria saben de qué le hablamos.
Le hablamos de tiempos en los que la tranquilidad reinaba, la amistad se respetaba, los valores se respiraban, la veneración a los mayores se manifestaba, que cada momento se disfrutaba, la nobleza de las personas hablaba, la sonrisa franca no faltaba.
De tiempos en que los niños después de hacer la tarea se reunían para escuchar las hazañas de Kaliman con sus historias increíbles, que para los niños de aquellas épocas eran bastante creíbles con todo y el suspenso.
Son recuerdos de tiempos pasados, en los que el consumismo no nos agobiaba, la tecnología se reducía a un radio de transistores, una vitrola y luego el tocadiscos y una televisión familiar con programación después de las cuatro de la tarde, con su mundo de juguete.
Por eso es que le digo que los que ya pasan como yo, del medio siglo y andamos llegando al sexto piso saben de qué les hablo, de hecho muchos todavía platican de la tranquilidad que se respiraba, cuando de niños veían a sus padres al atardecer sentarse en sillones en la banqueta para saludar a los vecinos y ver pasar los pocos carros que circulaban, mientras los hijos jugaban a las escondidas, el bebeleche, el bote o béisbol sin más temor que a un golpe por una caída.
Así era el día a día, cada atardecer cuando las señoras después de servir la merienda y los señores de realizar sus labores cotidianas salían a conversar y ver a sus hijos jugar, esa era la vida pacifica, tranquilidad, todos los vecinos se conocían y la mayoría se ayudaban, los peores actos de violencia, ambición y maldad los escuchaban en la radionovelas de PORFIRIO CADENA, KALIMAN, CHUCHO EL ROTO y hasta FELIPE REYES, hoy las cosas son diferentes.
Aunque no hay regreso al pasado Igual se recuerda que pocas viviendas tenían rejas en sus puertas, de echo hasta en pleno centro de la ciudad la gente dormía con las puertas abiertas, por las noches solo el característico silbido del gendarme al hacer su ronda interrumpía el tranquilo sueño, hoy la gente se encierra más que a piedra y lodo.
El gendarme, era el policía que al caer la tarde pasaba por el barrio saludando a los vecinos del lugar, había confianza en el guardián del orden, la gente le conocía y le confería su tranquilidad, sabían que el uniformado estaba para cuidar el lugar, ahora hasta se desconfía de quienes nos deben brindar seguridad.
Todo eso es parte del pasado, hoy los tiempos ya no son los mismos, nos alcanzó la globalización, el consumismo, decaen los valores, las buenas tradiciones y el sentido de pertenencia e identidad va a la baja, el desarraigo está en decadencia y la desconfianza está a la orden del día.
Razón por la que urge que regresemos un poco a lo tradicional, fomentar las buenas costumbres, cultivar las buenas amistades, crear el sentido de pertenencia en las nuevas generaciones, que los niños y jóvenes amen su entorno, la familia como primer institución, su ciudad.
Obviamente el tiempo que los niños andaban en patines o bicicleta en las calles, por las tardes jugaban pelota, la cuerda o las escondidas en la calle mientras los padres sentados en sus mecedoras platican con sus vecinos es algo que no volverá porque las ciudades crecen, el bullicio aumenta, además que hoy padre y madre son proveedores, pero aunque no se pueda dar tiempo en cantidad si se debe dar tiempo de calidad, a los hijos la historia de la ciudad contar y las tradiciones reforzar para con mejores sociedades contar y restablecer la tranquilidad.
Porque el consumismo nos absorbe, la nobleza desaparece, la ambición nos invade y la corrupción nos aniquila, es verdad que no se puede regresar el tiempo pero si urge reforzar el sentido de pertenencia, de identidad, fomentar los valores familiares y de amistad para tener mejores personas, mejores ciudadanos, mejor calidad de vida y quizá regresar un poco a lo tradicional.
Se requiere analizar hasta donde la tecnología y la modernidad puede ser útil o dañina para nuestros hijos para evitar que se conviertan en autómatas sin remedio. Que el policía se profesionalice, recobre la confianza y respeto, que la gente tenga certeza que las autoridades cumplen con su compromiso social, que las nuevas generaciones aprendan a privilegiar la amistad, valorar la familia, sentirse orgullosos de la historia de su ciudad y todo lo que les da identidad, y si, de vez en cuando con sus padres hacer un viaje al pasado para reforzar las buenas costumbres.

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