Foto: Cytonn Photography/Unsplash
Gerardo Aparicio Yacotu
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Este momento de la historia en el que las economías del mundo regresan paulatinamente a la actividad después de un largo periodo de confinamiento a causa del COVID-19 representa un gran reto para aquellas empresas que vieron mermados sus ingresos, pero pudieron mantenerse en operación.
Algunas de ellas tuvieron un apoyo de sus respectivos gobiernos, los cuales identificaron que era mejor endeudarse y mantener a la planta productiva, que tener empresas en quiebra por no haberlas ayudado.
A pesar de lo anterior, algunas empresas se verán afectadas en su liquidez y deberán buscar recursos financieros para seguir operando y es aquí donde las fusiones, escisiones, alianzas o cualquier otra forma de sumar esfuerzos con otras empresas será de vital importancia, no solo para la subsistencia de estas, sino para seguir con sus objetivos de rentabilidad.
En la década de los 90, en Estados Unidos surgió un instrumento en el mercado de valores idóneo para este fin y su nombre es Special Purpose Acquisition Company (SPAC). En la actualidad opera en países como Estados Unidos, Canadá, Londres, Malasia y en México desde 2017.
Este instrumento se enfoca en cualquier sector, sin embargo, predominan el de seguridad nacional, servicios financieros, exploración y producción de energía, salud, entre otros.
Los SPACs se especializan en inversiones en compañías en distintas regiones con un enfoque a mercados emergentes como China, India, Brasil, Argentina, Colombia y México.
El SPAC es un vehículo listado en los mercados de valores en donde un promotor (figura de relevancia) levanta capital a través de una oferta pública inicial con el objetivo de recaudar fondos para adquirir una o varias empresas de cualquier sector.
La intención es ser un tanque de oxígeno en términos de la liquidez que pueden proveer a las empresas que lo buscan y que son elegidas por la Asamblea de Accionistas de la empresa emisora de este título. Cabe destacar que no solamente proveen del recurso para consumar la fusión entre ambas empresas, sino que también —y en mi opinión es lo más importante— dotan a la empresa con la que quieren fusionarse de la capacidad de aportar valor y experiencia; es decir, no solo le otorgan recursos financieros, además le brindan una dirección a sus potenciales operaciones lo cual es algo mucho más valioso en estos tiempos.
En México se han emitido dos SPACs, mismos que ya no existen más y esto podría parecer una muy mala noticia, pero no es así, debido a que este instrumento tiene una caducidad establecida en sus lineamientos de emisión de tan solo 24 meses —tiempo suficiente para poder presentar a la Asamblea de Accionistas diversas propuestas de fusión y de concretarlo, ese fue el caso de los dos SPACs extintos— y con ello alcanzar su finalidad de tener una empresa más en el mercado accionario.
La configuración del SPAC que consta de una acción común y un warrant le da una movilidad al tenedor del título, incluso antes de votar la decisión de fusión. Este instrumento es una respuesta novedosa y con muchas ventajas hoy en día por el contexto que se vive y es un alivio saber que existen mecanismos de apoyo como este para las empresas y para el país mismo.
Gerardo Aparicio Yacotu es director de la Escuela Bolsa Mexicana.
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