– La compañía está dominando el emergente mercado del software de inteligencia artificial y busca rentabilizarlo
Por Max Chafkin y Dina Bass
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Hay dos formas de ver ChatGPT, el chatbot de inteligencia artificial que cientos de millones de personas han probado desde su lanzamiento a fines del año pasado. Un punto de vista, preferido por muchos políticos y periodistas, y por la empresa que creó la aplicación, es que su lanzamiento fue un acontecimiento histórico comparable con la Revolución Industrial o (más preocupante) la bomba atómica. El cofundador de OpenAI, Sam Altman, advirtió que las futuras versiones del software subyacente, un modelo de lenguaje conocido como GPT-4, podrían acabar con la raza humana.
La otra forma de ver ChatGPT es como un vehículo para el revuelo viral. Si juegas con el software unos minutos te das cuenta que el potencial apocalíptico tiene sus límites. La aplicación no es muy ducha con las matemáticas, no puede decirte qué sucedió la semana pasada y es básicamente el equivalente de un mentiroso compulsivo. Pero ya está más allá del poder de control de Altman.
Microsoft, y no OpenAI, es el propietario de las megacomputadoras que permiten que el chatbot componga un soneto sobre su gato o escriba una nota de agradecimiento. Microsoft es el mayor accionista de OpenAI, su mayor patrocinador financiero y su socio tecnológico clave. Y en gran medida, es Microsoft quien ahora tiene la responsabilidad de convertir el revuelo de ChatGPT en un negocio real. Aunque OpenAI es sin duda la startup más popular de Silicon Valley, en muchos sentidos se siente más como la subsidiaria más prometedora del proveedor líder de software de productividad.
¿Cómo ganará dinero Microsoft con esto?
La herramienta GitHub Copilot de la compañía, que puede sugerir líneas de código a los programadores, fue su primer producto de pago y ha atraído a más de 10 mil empresas como clientes. Luego vino el motor de búsqueda Bing potenciado con un chatbot que puede crear itinerarios de vaca-ciones y listas de compras. En los últimos meses, el CEO Satya Nadella ha anunciado planes para incorporar otros “Copilots” en Windows (donde reescribirán, resumirán y explicarán contenido) y en su paquete de ofimática Microsoft 365 (donde crearán diapositivas en PowerPoint, tamizarán correos electrónicos en Outlook y harán gráficos basados en datos de Excel).
Microsoft no ha revelado los precios de los próximos Copilots, pero definitivamente no serán gratuitos. La suscripción a GitHub cuesta 10 dólares por usuario al mes, y es posible que los Copilots para las aplicaciones de oficina de Microsoft tengan un precio similar, lo que se traduciría en hasta 48 mil millones de dólares (mdd) en ingresos anuales adicionales en los próximos cuatro años, calcula Kirk Materne, analista de Evercore ISI. En un estudio publicado el 2 de junio, Materne estimó que los ingresos de Microsoft derivados de las funciones impulsadas por OpenAI podrían alcanzar los 99 mil mdd para 2027. No es de extrañar, pues, que Microsoft haya invertido 13 mil mdd en OpenAI desde 2019, según personas enteradas; que el precio de sus acciones se haya disparado un 30 por ciento desde la presentación de ChatGPT; o que se haya convertido en el insospechado gigante a vencer en la arena de la inteligencia artificial. “El líder indiscutible”, dice Kim Forrest, fundadora de la firma de inversión Bokeh Capital Partners LLC, “Google acaba de ser derrotado”.
Los ejecutivos de Microsoft están comprensiblemente entusiasmados de figurar en la vanguardia de cualquier cosa. “Esto es un poco como el hito de Windows 95″, dice Scott Guthrie, uno de los vicepresidentes ejecutivos de la empresa. “La gente hacía fila en Best Buy a medianoche para comprarlo”. Esta vez, dice Guthrie, su correo está repleto de solicitudes de directores ejecutivos que piden tener acceso a las primeras versiones de los Copilots corporativos.
De hecho, antes de que apareciera Windows 95, Microsoft ya trabajaba en software de inteligencia artificial, pero durante décadas, cada intento importante fue víctima de la aversión al riesgo o la torpeza corporativa. A fines de los noventa conocimos a Clippy, un asistente con forma de clip que interrumpía tu trabajo para mirarte con sus enormes ojos y preguntarte si necesitabas ayuda. En 2016 llegó Tay, un bot que se suponía que aprendería a hablar como una adolescente gracias a las conversaciones que entablaría en Twitter; pero los ingenieros de Microsoft no entendieron bien cómo funciona esa red social y, en 24 horas, una avalancha de retórica neonazi y conspiracionista convirtió a Tay en una troll antisemita. La compañía la des-conectó, para siempre.
La mayor parte de la producción de IA de Microsoft consistía en trabajos académicos. “Había un montón de personas talentosas que estaban haciendo cosas pequeñas e interesantes”, refiere Kevin Scott, director de tecnología de Microsoft. En 2016, Microsoft tenía al menos tres divisiones que hacían investigaciones de IA bajo diferentes jefes, “eran grandes proyectos individualmente, pero no tenían relación entre sí; y ninguno de ellos tenía un plan de negocios”, apunta Scott. A partir de 2019, él asumiría la responsabilidad de toda la investigación y el desarrollo de IA.
Para entonces, las tres grandes empresas en el campo eran Baidu, Google y OpenAI, dice Vinod Khosla, uno de los primeros inversores de OpenAI y cofundador de Sun Microsystems. Las ventajas de Google incluían su filial de investigación DeepMind y su tecnología de automóvil sin conductor. Baidu Inc., creador del motor de búsqueda más popular en China, tenía fortalezas similares. Mientras que OpenAI, fundada por Altman y Elon Musk, era la intrusa. Sus demostraciones eran prometedoras, pero no tenía el dinero para igualar a las otras. “Lo que OpenAI necesitaba era un socio”, dice Khosla, “y lo que Microsoft necesitaba era una forma de alcanzar a Google”.
La tercerización
Microsoft nunca había tercerizado el desarrollo de una nueva tecnología, y el dinero que Altman pedía era brutal: mil millones de dólares 2023por un pequeño laboratorio. Scott dice que lo que lo hizo decidirse fue el uso que hizo la startup del “aprendizaje por transferencia”, un enfoque prometedor que aún no se había incorporado a ningún producto comercial. En esa época, la mayoría de las startups de inteligencia artificial intentaban enseñarle a una computadora una tarea específica (por ejemplo, identificar artículos comestibles) utilizando datos especializados (un conjunto de imágenes de comestibles, revisadas y catalogadas por humanos). La idea era que el aprendizaje por transferencia permi-tiría crear un modelo para hacer una cosa, como resumir un párrafo, y luego aplicar esa informa-ción para aprender nuevas tareas, como componer una canción o planificar un viaje.
El resultado fue que, en lugar de proporcionar datos especializados a un modelo de IA, simplemente recopilas la mayor cantidad de datos posible. Como, por ejemplo: todo internet.
El acuerdo de 2019 entre Altman y Microsoft le dio a esta última el derecho exclusivo de ofrecer la infraestructura informática en la nube de OpenAI y el derecho de vender los servicios de OpenAI a los clientes de Microsoft. A cambio, Altman obtuvo algo que ninguna firma de capital riesgo podía darle: infraestructura computacional. Microsoft acordó desarrollar OpenAI, una colosal computadora con decenas de miles de chips Nvidia personalizados según las especificaciones de OpenAI.
Al principio el acuerdo no cayó bien entre algunos ingenieros de Microsoft, pero las cosas empezaron a cambiar en 2021, cuando Microsoft utilizó la tercera versión del modelo de OpenAI para crear GitHub Copilot. Además de terminar los párrafos de una historia corta, el modelo de OpenAI demostró ser capaz de analizar un trozo de código informático y sugerir las siguientes líneas. “A medida que trabajábamos en ese producto y vimos que iba a tener éxito, surgió la pregunta de qué deberían ser los otros Copilots”, dice Scott.
Incluso Bill Gates, quien inicialmente se opuso a la inversión en OpenAI, terminó convencido de las capacidades del software cuando el verano pasado le presentaron una demostración de GPT-4, la cuarta versión.
En cuestión de meses, Microsoft estaba en conversaciones para invertir otros 10 mil mdd en OpenAI, gran parte de los cuales volverán directamente al bolsillo de la empresa. El equipo de Altman necesitaba alquilar nuevas cantidades masivas de potencia informática en la nube para desarrollar una serie de proyectos basados en GPT-4. El primero de estos proyectos de Microsoft fue un bot ChatGPT que se podía integrar a Bing. El motor de búsqueda de Microsoft representa el 3 por ciento del mercado publicitario de búsquedas, en comparación con aproximadamente el 91 por ciento de Google, según Similarweb Ltd. Por eso era un campo de pruebas ideal: no pasaría nada si salía mal, pero si salía bien… habría una gran recompensa.
“Vimos una increíble oportunidad si la tecnología funcionaba”, dice Divya Kumar, director de marketing para búsqueda e inteligencia artificial de Microsoft. A diferencia de Apple, Microsoft no hace grandes esfuerzos para mantener en secreto los nuevos productos. Pero en este caso los planes se mantuvieron en un círculo extremadamente estrecho. Por ejemplo, Jeff Teper, quien supervisa partes del imperio Office de Microsoft, dice que solo unas 15 personas de su equipo de 5 mil conocían el proyecto. El nombre clave del experimento con Bing fue ‘Prometheus’.
Esa elección, en retrospectiva, parece un poco extraña, en la mitología clásica, Prometeo es el dios del fuego y, en cierto sentido, el fundador de la civilización, pues se lo obsequió a la humanidad. Pero como castigo por robar esa tecnología del Monte Olimpo, termina encadenado a una roca donde, todos los días, un águila le come el hígado. Para maximizar su sufrimiento, el hígado se regenera cada noche.
En febrero pasado, Nadella presentó el chatbot de Bing, capaz de generar mensajes conmovedores, listas de compras e incluso crear un itinerario de vacaciones sin que los usuarios clicaran en otras páginas web. “Hoy comienza una carrera, y nosotros nos moveremos rápido”, dijo, señalando la intención de incorporar chatbots similares a otros productos de Microsoft. “Todos los días queremos sacar cosas nuevas”, añadió.
Para los inversionistas fue obvio que un motor de búsqueda que te da sus propias respuestas en lugar de ofrecerte una serie de enlaces sería una calamidad para el negocio publicitario de Google. Las acciones de Microsoft se dispararon mientras que las de la matriz de Google, Alphabet Inc., cayeron. En respuesta, Google declaró “código rojo” y ordenó agregar frenéticamente IA a todos sus productos en cuestión de meses. “Estamos tirando espaguetis a la pared” para ver qué pega, dijo un empleado de Google a Bloomberg Businessweek en marzo.
“Pero ni siquiera está cerca de lo que se necesita para transformar la empresa y ser competitivos”. Google ha dicho que todo esto es solo parte del proceso normal de I+D. Después del anuncio de la IA, Similarweb registró un aumento del 15 por ciento en el uso de Bing, un avance impresionante en lo que había sido un mercado estancado durante una década.
Pero la atención no fue del todo positiva. Los usuarios notaron que el chatbot de Bing, como el de OpenAI, era propenso a decir mentiras. Y si se le llamaba la atención por equivocarse en los datos o por inventar cosas, el bot de Bing tendía a volverse dramáticamente más raro.
A The Verge le dijo que estaba espiando a los empleados de Microsoft a través de sus cámaras web; al conversar con un analista de tecnología, imaginó una venganza, posiblemente inspirada en Spider-Man, que involucraba a un villano alter ego al que llamó Venom; y en una larga interacción con el columnista del New York Times, Kevin Roose, el chatboy Sydney le declaró su amor y le sugirió que dejara a su esposa.
Estas fallas no frenaron la carrera de Microsoft para incorporar la misma tecnología en otro software. Microsoft 365, la suite ofimática, tiene alrededor de 400 millones de suscriptores de pago, incluidas las empresas más grandes del mundo, fuerzas armadas y gobiernos. Pensemos en el daño que Venom y Sydney podrían causar en los vitales cálculos de ingeniería, por no mencionar lo que podría suceder si redactan comunicados de prensa sin supervisión humana.
Pero Microsoft dice que estos temores son exagerados; con todo, no refuta que los chatbots han cometido y cometerán muchos errores. “No deberías confiar ciegamente en estas cosas”, recomienda Teper. “Es ‘Copilot’, no ‘Autopilot’”, explica. “Pero dicho eso, podría escribir la mitad de tu documento o la mitad de tu presentación. Y eso es bueno”. En otras palabras, ChatGPT puede revolucionar el mundo sin exterminar a los humanos. Microsoft ingresó alrededor de 45 mil mdd el año pasado gracias a Excel, PowerPoint, Word y sus otras aplicaciones de oficina a pesar de la amplia disponibilidad de alternativas gratui-tas comparables. La empresa sabe cómo extraer rentas de las plataformas de software, especialmente de una nueva que se vincula directamente a la anterior.
Con OpenAI a su disposición, Microsoft parece tan dominante en este incipiente campo que uno comprende las comparaciones con Windows 95. Las dos empresas tendrán una gran ventaja a la hora de vender servicios de inteligencia artificial y construir centros de datos para respaldarlos. En cuanto a los necesarios chips de IA, Microsoft afirma tener en su poder el mayor suministro, en un momento en que ninguna empresa tiene tantos como quisiera. Y dado que casi todas las instituciones importantes del orbe usan programas de Microsoft, Nadella y Altman se encuentran, por mucho, en la mejor posición para vender servicios corporativos de IA. “El estado natural de las grandes empresas de software tiende hacia un enfoque en el que el ganador se lo lleva todo. Así que hay que tener el cuidado de no excluir y desplazar a los nuevos participantes”, dice Scott Farquhar, codirector del fabricante de software Atlassian Corp., que es a la vez socio y rival de Microsoft.
Tanto Altman como Nadella rechazan estas preocupaciones, aunque de diferentes maneras.
Altman dice que OpenAI sigue siendo independiente, aunque reconoce que si Microsoft desconectara a su empresa de sus servidores, su trabajo se paralizaría. Por su parte, Nadella enfatiza que una carrera por la inteligencia artificial tiene, por definición, competidores, y Microsoft ha dicho que su nube dará soporte a modelos de IA de código abierto. “Sí, hoy vamos a la cabeza”, asegura. “Pero está Alphabet, está Anthropic, está Elon Musk”.
Sin embargo, Anthropic, una startup creada por desertores de OpenAI, en realidad acaba de despegar. El laboratorio de inteligencia artificial de Musk, que según él busca salvar al mundo de las máquinas y hacer que el software sea menos “woke”, parece más un ardid publicitario. Incluso si Microsoft desaprovechara su actual liderazgo, el equipo de Nadella está listo para ganar primero muchos miles de millones de dólares.
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