¡TODO EL PUEBLO SE CONTAGIARÁ!
Por Ramón Durón Ruíz (†)
“Un matrimonio del pueblo tenía dos hijos varones que ante la misma situación, su comportamiento era diferente, mientras el más grande veía la vida a través del cristal del pesimismo, el más pequeño siempre reaccionaba con un optimismo excepcional.
Fueron a consultar a un especialista en la conducta humana, que con su experiencia profesional decidió poner a ambos una sencilla prueba, le dijo a sus padres que en el pino de Navidad colocaran un regalo para cada uno.
Al pesimista le pusieron un par de patines caros, mientras que al optimista le pusieron en la caja de regalo, un descomunal excremento de caballo.
Por la mañana, cuando se levantaron, lo primero que hicieron ambos niños, fue dirigirse velozmente al pino navideño para ver que les había traído Santa Claus, ambos tomaron la caja con su nombre. Mientras el optimista al abrir la caja, empezó desaforadamente a correr por toda la casa; el pesimista abrió la caja echándose inmediatamente a llorar.
Los papás intrigados fueron con el pesimista y le preguntaron:
— ¿Qué pasa hijo, no te gusto el regalo que te trajo Santa?
— El ‘inche Santa Claus no me quiere, –dijo aburrido, molesto y lleno de desolación– me regaló unos patines, tal parece que desea que me caiga, me quiebre las piernas y los brazos y me lleves al hospital a que me inyecten y me operen.
Por su parte el optimista, con una enorme sonrisa en la cara, andaba como loco corriendo por toda la casa, lleno hasta la cabeza de caca, moviendo muebles, asomándose por la ventana, lo llaman sus padres y le preguntan: — ¿Qué pasa hijo, no te gusto el regalo?
— ¡Me encantó!, en la caja hay un enorme excremento de caballo, eso significa que Santa me hizo el gusto: me regaló un caballo… ¡Y LO ANDO BUSCANDO!”
La moraleja es profunda, mientras el pesimismo te paraliza, atrofiando tus dones, cancelando tus poderes naturales; el optimismo tiene la magia de inspirarte para deshacer nudos, para que te regocijes con los regalos diarios de la vida, para siempre intentar y encontrar el arreglo a los problemas existenciales.
El optimismo te lleva a crear en la vida, creer en ti mismo, a tener mala memoria para olvidar agravios y momentos oscuros, y te provee de buena salud para gozar el lado brillante del milagro del nuevo amanecer.
Llenar tu vida de optimismo cancela los miedos, te encuentra con la alegría y la felicidad, te lleva a construir puentes, a edificar proyectos, a tener sueños, a jamás ver sombras, a ver sólo la luz que ilumina tu camino, es entonces que entiendes que “si las cosas van mal, como a veces suelen ir… no vayas con ellas”.
Si hay dos caminos existenciales: el pesimismo y el optimismo, el viejo Filósofo amorosamente te invita a que ante cualquier problema seas optimista, a que jamás arruines tu HOY anticipándote al dolor, a que cambies lo que no te funciona y fortalezcas tus fortalezas, a que te maravilles con los milagros que llegan a ti.
Ser optimista, es mirar al Cielo y DARTE PERMISO DE… fluir en armonía con el universo, esperando siempre lo mejor, haciendo que tus pensamientos positivos trabajen a tu favor, para encarar pleno de fe y confianza el futuro.
Ser optimista, es rebelarte contra la mediocridad; es dejar ¡YA! de construir excusas, y de llenar tu ser de pretextos; es ir al encuentro con las oportunidades y la felicidad; es ajustar tus velas si es que el viento sopla en contra, y seguir siempre adelante; es saber que detrás de la oscuridad, se ve la intensidad de la luz de DIOS, que te invita a confiar que sí se puede y porque la victoria está muy cercana.
Lo anterior me recuerda cuando un hombre llama por teléfono a su madre:
— ¡Mamá, tengo COVID-19!
— ¡Ahhh caray!, no es que sea pesimista, pero creo que el pueblo va a desaparecer. Ahora que regreses a casa vas a contagiar a tu mujer; tu mujer a tu hermano; tu hermano a nuestra criada; nuestra criada a tu padre; tu padre a mi hermana; mi hermana a su marido; él a tu hermana; tu hermana al Padre Simpliano; el Padre, a las monjas; las monjitas al jardinero; el jardinero a mí; y si yo me contagio con el COVID-19, entonces… ¡TODO EL PUEBLO SE CONTAGIARÁ!
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