* La diferencia estriba en la percepción ciudadana y su relación con los casos
Por Mauro Moreno Campos/Astronoticias
Han transcurrido 2 meses con 3 días que las autoridades federales y estatales, mandaron a los mexicanos a un confinamiento social, a una reclusión domiciliaria, para frenar el avance de una pandemia que a nivel internacional ha cobrado miles de vidas, millones de casos de enfermos.
Son 64 días de encierro, no total, porque la ciudadanía salvo muchas honrosas excepciones, no han cumplido con la llamada “cuarentena”, muchos hemos andados en la calle, “por necesidad” como llaman los eternos inconformes, por “necios” como dicen los que están por la seguridad en la salud.
A estas alturas, los detractores insisten que lo del Coronavirus, es una farsa, que es un circo, que es mentira y hasta exigen tener frente a ellos un muerto para verificar que es un caso cierto, real y que de verdad existe, casi piden que les permitan ver, tocar y convivir con el fallecido, solo para constatar que todo es una realidad.
Del otro lado, están los que saben que el esposo, el hijo, la hija, el hermano, están en el frente de batalla, realizando los análisis, las pruebas, atendiendo los enfermos, en Mante, en Tampico, en Matamoros, en Reynosa, o fuera del estado donde han tenido que emigrar para poder trabajar, Monterrey, Querétaro, la ciudad de México.
Es la eterna lucha entre quienes creen y quienes burlonamente dicen que no creen pero que al momento de sufrir las consecuencias de su irresponsabilidad, pierden la hombría y el valor para cobardemente acudir de inmediato a la búsqueda de la atención médica ante quienes previamente insultaron y vejaron.
No es cuestión de dimes ni diretes, es una realidad y se tiene que afrontar con las medidas necesarias, nos guste o no nos guste, las consecuencias son para todos, no para unos cuantos, es cuestión de reflexión y de madurez.