Se necesita estudiar los mecanismos detrás de cómo surgen estas complicaciones para ayudar a quienes luchan con síntomas persistentes, dice especialista de la Universidad de Yale.
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Por Redacción
El COVID-19 es una enfermedad respiratoria, pero su alcance se extiende mucho más allá de los pulmones, de acuerdo con estudio reciente. Las complicaciones neurológicas y psiquiátricas del SARS-CoV-2 son increíblemente diversas y persisten mucho después de que los pacientes se recuperan de sus infecciones iniciales.
Tal es el caso que analiza cómo los efectos en el cerebro del nuevo coronavirus pueden producir COVID-19 persistente, de acuerdo con un artículo publicado por la doctora Serena Spudich, catedrática de neurología Gilbert H. Glaser en la Universidad de Yale, en la revista Science.
Se necesita urgentemente estudiar los mecanismos detrás de cómo surgen estas complicaciones para ayudar a quienes luchan con síntomas persistentes, escribe la especialista.
Secuelas del COVID en el cerebro
“Muchos pacientes están desesperados por volver a su vida normal, y es muy frustrante para ellos que carezcamos de terapias específicas para sus afecciones. Hasta que no entendamos la fisiopatología, no podremos orientar adecuadamente su tratamiento”, explica la especialista.
Incluso, afirma, los jóvenes con enfermedad leve pueden desarrollar síndromes neuropsiquiátricos agudos de COVID-19 y COVID largo. “Los mecanismos fisiopatológicos no se comprenden bien, aunque la evidencia implica principalmente una disfunción inmunitaria, incluida la neuroinflamación inespecífica y la desregulación autoinmune antineural”, abunda.
Durante las últimas dos décadas, Spudich estudió los efectos del VIH en el cerebro, fascinado por cómo el diminuto virus puede tener consecuencias duraderas en las personas infectadas. Luego, 2020 trajo un nuevo virus, seguido poco después por un número creciente de informes clínicos de pacientes infectados que también desarrollaron problemas relacionados con el cerebro.
En colaboración con colegas de la Universidad de Yale, la especialista ha centrado desde entonces gran parte de su enfoque en aprender más sobre los impactos neurológicos del SARS-CoV-2, que también se le conoce como ‘COVID prolongado’, ‘síndrome COVID crónico’ o ‘long COVID’.
Heterogeneidad de síntomas
Un aspecto del virus que ha sido muy sorprendente para Spudich es la heterogeneidad de los síntomas que provoca. Incluso en casos leves, el COVID-19 puede causar confusión, delirio, somnolencia, función cognitiva deficiente, dolores de cabeza intensos y sensaciones incómodas en la piel. En los casos más graves, los pacientes han sufrido complicaciones tan graves como accidentes cerebrovasculares.
Si bien los investigadores inicialmente se centraron en las complicaciones durante la etapa aguda de la enfermedad, a medida que avanzaba la pandemia pronto se dieron cuenta de que muchas de estas complicaciones podrían ser duraderas.
“Hay muchos informes ahora de personas que tienen síntomas persistentes durante meses. Eso se denomina ‘COVID largo’”, dice Spudich. “A menudo, han tenido una resolución completa de sus fiebres y problemas respiratorios, pero continúan teniendo problemas con el pensamiento, la concentración, la memoria o dificultad con sensaciones extrañas y dolores de cabeza”.
Al comienzo de la pandemia, a los investigadores les preocupaba que los síntomas neurológicos pudieran atribuirse a que el SARS-CoV-2 podría invadir y replicarse en las células cerebrales y dañar directamente el cerebro. Sin embargo, la gran mayoría de la evidencia actual revela que este no es el caso.
“En nuestro artículo, acumulamos evidencia que se ha investigado sistemáticamente y resumimos cómo se ve afectado el cerebro durante la fase aguda de la COVID-19″, dice Spudich. “Descubrimos que la mayoría de las investigaciones apuntan a una lesión mediada por el sistema inmunitario en lugar de que el virus realmente ingrese al cerebro y mate las células”.