Por: Rosa Elena González
Igual que sus promesas de campaña, no se les ve ni el polvo…
Ayer fue miércoles de ceniza, nos recuerda que polvo somos y en polvo nos convertiremos, son momentos que nos llevan a la reflexión pero que también llenan de tristeza y desilusión cuando vemos que los políticos en estas fechas hacen promesas que luego no se les ve ni el polvo.
Para la fe católica el miércoles de ceniza nos marca el inicio de la cuaresma, nos recuerda con la imposición de la cruz que polvo somos y en polvo nos convertiremos para luego dar paso a la bondad, mientras que muchos políticos aunque sean católicos se olvidan de ser verdaderamente bondadosos y de polvo son su promesas.
También nos marca el miércoles de ceniza que es día de ayunar, que no es otra cosa que no comer carne, menos de prójimo, aunque hoy día sea el manjar predilecto de los mortales, más de los políticos que desde ya quisieran devorarse a sus opositores o detractores.
El miércoles de ceniza es el término de las fiestas paganas de carnaval que se surgió por los excesos, la liberación de los demonios, y la vida tras la mentira oculta entre las fantasías de las máscaras que dan rienda suelta a sus instintos en el festival de la carne.
¿Sabe usted de algún político que no guste de las mentiras, fantasía, oculte sus demonios y el festival de la carne sea su carnaval de pasiones? Seguramente sí y no terminaría de enumerarlos.
Porque lamentablemente gracias a los malos políticos en este bello país las fiestas paganas parecen instaladas durante todos los días del año, la maldad campea libremente por territorio mexicano, la oscuridad quiere apoderarse de toda la luz, los demonios con sus guerras sin tregua, sin cuartel, apoyados por personajes de la clase política que viven bajo una constante mascara de fantasía, que ocultan sus verdaderas intenciones razón por la que el mal parece ganarle terreno al bien en este mundo que cada vez se materializa y se deshumaniza más.
Cierto es que aprovechando la ocasión la gran asistencia a las iglesias es un intento de reconfortar el alma, hay mucha gente que va a la imposición de cenizas, unos lo hacen con verdadera devoción y otros, como los políticos y delincuentes, o los delincuentes políticos, para que el pueblo les vea que son personas creyentes, como si eso bastara para que fueran personas de bien. Es triste que se engañen y traten de engañar a quienes les rodean porque es obvio que a ante quien acuden para el ritual todo lo sabe, les conoce sus pecados y no van a poder librar su castigo fingiendo ser buenos.
Es penoso que en estos tiempos que se requiere estar en paz con el Creador, llenar las vidas de armonía, existan personas que utilicen las instituciones de fe para su beneficio personal, los que realizan esas prácticas muy a menudo son los políticos, más cuando quieren, o saben ya que aparecerán en la boleta electoral.
Siempre, en tiempos electorales a los candidatos se les ve en las iglesias comulgando para hacerle sentir al pueblo sus dones de “buenas gentes” aunque su idea sea violar el periodo de intercampañas que es cuando se supone se deben de guardar, es decir, usan las instituciones de fe porque para ellos es un momento propicio para promocionarse, y si es con piel de bondad mucho mejor.
Está comprobado que ver a los políticos refugiados en la fe llega al alma de los votantes y hasta un discurso pronunciado por el sacerdote con el nombre del aspirante o haga alusión de los colores que abandera, pueden marcar la diferencia, la voz de ministro de fe es autoridad.
Lo grave de todo eso es que muchos de los políticos que recurren a esas acciones son tan falsos como sus promesas de campaña, que eternamente están bajo la máscara de fantasía ocultando el demonio que llevan dentro, son los típicos que acuden a las iglesias a comer santos para luego hacer diablos, se imponen la cruz de ceniza y escuchan que en polvo son y en polvo se convertirán cuando mueran.
Son vivillos, buscan congraciarse con los votantes, tristemente para el pueblo es que esos políticos apenas llegan al poder no se les ve ni el polvo, igual que sus promesas.