El 2022 ha iniciado con desafíos importantes, especialmente en términos del Coronavirus. La variante Ómicron ha sido un recordatorio de que la pandemia aún no ha terminado y que nuevas cepas podrían surgir hacia delante que susciten oleadas adicionales de contagios.
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El 2022 ha iniciado con desafíos importantes, especialmente en términos del Coronavirus. La variante Ómicron ha sido un recordatorio de que la pandemia aún no ha terminado y que nuevas cepas podrían surgir hacia delante que susciten oleadas adicionales de contagios. Esto ha reavivado el debate en torno a los efectos persistentes del COVID-19 sobre la economía global y los renovados temores sobre estanflación, tal como lo analizamos en el artículo ¿Riesgos de estanflación en el mundo? [Forbes, 7 de octubre de 2021].
La estanflación hace alusión a una economía que muestra importantes presiones de inflación, un crecimiento estancado y tasas de desempleo elevadas. Este término acuñado por Iain Macleod en 1965 tiene una gran similitud con la coyuntura que estamos viviendo actualmente en algunos países o regiones 57 años después. Se espera que este 2022 esté caracterizado por una recuperación heterogénea entre países y sectores, tal como sucedió en el 2021, pero con la gran diferencia de un efecto de base menos favorable. Es decir, un menor efecto de “rebote” después de la fuerte recesión de 2020 –la peor observada en casi un siglo–. Esta situación está teniendo lugar en medio de un panorama inflacionario muy complejo, con presiones más persistentes de lo deseado en muchos frentes.
La recuperación comenzó a diluirse desde finales del año con el surgimiento de Ómicron y esa desaceleración ha comenzado a afectar el crecimiento inercial de este 2022 en varios países. Como resultado, el Fondo Monetario Internacional llevó a cabo una serie de reducciones en sus estimados de crecimiento para este año para la economía global y en varias regiones en su documento de World Economic Outlook. México no ha sido ajeno a esta situación, especialmente con los resultados observados en el PIB preliminar del 4T21 publicados el pasado lunes y las reducciones en las previsiones de crecimiento para este año.
Los repuntes de contagios continúan generado disrupciones en la cadena de suministro global, afectaciones en la movilidad y en el consumo, inclusive han suscitado algunas restricciones gubernamentales en algunos países o ciertas medidas de contención voluntarias entre familias y empresas. Además, en este año se espera una normalización de condiciones monetarias después de los fuertes estímulos de los bancos centrales en 2020. En 2021 fueron los bancos centrales de economías emergentes los que comenzaron a subir tasas de interés. En 2022 el proceso de restricción monetaria lo estará liderando el Banco de la Reserva Federal en EE.UU. Adicionalmente, se anticipa un menor impulso de la política fiscal respecto a lo que se tenía previsto hace algunos meses ante el impasse en el Congreso norteamericano en relación a programas adicionales de estímulo, como el Build Back Better.
Mayor persistencia de las presiones inflacionarias
El 2021 estuvo caracterizado por fuertes incrementos en los precios que enfrentaron tanto empresas como consumidores como consecuencia de diversos factores, destacando algunos choques de oferta ocasionados por el Coronavirus. Condiciones sanitarias, geopolíticas y meteorológicas suscitaron un periodo prolongado de aumentos sostenidos en los precios de las materias primas, tal como lo discutimos en el artículo Fuerte debate: el superciclo de commodities [Forbes, 5 de marzo de 2021]. Al mismo tiempo, las distintas velocidades en las que fueron recuperándose la demanda y oferta de bienes y servicios ocasionó una situación muy compleja para la inflación en el mundo. Esto resultó en inflaciones anuales en niveles más elevados desde 1982 en EE.UU., 1992 en Reino Unido, 1997 en la Eurozona y 2000 en México, por nombrar algunos.
Los más recientes reportes de inicio del año reflejan cierta persistencia en las presiones inflacionarias, al igual que el desempeño de algunas materias primas. El petróleo opera en máximos de siete años y algunos metales como litio, níquel, aluminio, cobre y zinc retomando una tendencia al alza. Adicionalmente, algunos índices de precios alimentarios (e.g. FAO) también mantienen un repunte significativo. Todo esto abona a la misma idea de que la inflación cederá este año en el mundo, pero quizás no a la velocidad y magnitud que serían deseables para los agentes económicos.
En general, el comienzo de este año ha mostrado una compleja coyuntura que avivará el debate en torno a la estanflación en varios países. Asimismo, la atención de quienes diseñan e implementan las políticas públicas en el mundo, así como otros líderes, deberá centrarse en la discusión sobre las condiciones del PIB potencial, la pérdida de valor por la pandemia y el incremento en la desigualdad, entre otros grandes temas.
Contacto:
*Alejandro Padilla es Director General Adjunto de Análisis Económico y Financiero de Grupo Financiero Banorte. Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad del autor y no representan la opinión de Grupo Financiero Banorte ni sus subsidiarias o filiales. Cuenta de Twitter: @alexpadillasan
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