La humanidad aplaude a los hombres y mujeres que se han hecho famosos por sus obras y ha escrito amorosamente sus nombres en las páginas de la historia.
Ya sea que hayan brillado en la guerra, en las arenas de la política, en los campos de la ciencia, del arte o el deporte, a todos los que se han distinguido se les premia con su admiración.
Pero hay unos hombres o mujeres que no van tras los oropeles de la gloria; sus triunfos consisten en haber formado a ciudadanos que luego se distinguen en la escena del mundo. ¿Quién no recuerda aquellos tiempos de la infancia en que dejamos el ambiente del hogar para llegar llenos de azoro por lo desconocido?
Allí al ocupar el banco entre el grupo de chiquillos condiscípulos respiramos por vez primera ese ambiente que flota en las escuelas, mezcla de solemnidad y expectación, de misterio y de luz.
Ahí conocimos a un hombre o a una mujer que nos habló de cosas muy variadas, que nos enseñó los signos misteriosos en los que se encierra el pensamiento y que hicimos desfilar ante nuestros asombrados ojos el maravilloso paisaje de la vida.
¡Cómo caían sus enseñanzas en nuestras almas simples como una lluvia suave y fresca! Eran las bases de las más altas y difíciles ciencias que mas adelante veríamos.
Desde el principio de los tiempos el vehículo de esos conocimientos fue la tradición. Luego, cuando se pudo disponer de la imprenta y se contó masivamente con los libros, esos fueron el depósito de los preceptos y de las explicaciones de los docentes.
Ya lo dijo el fundador de la SEP Don José Vasconcelos: “El buen maestros, aunque carezca de fe, ha de inspirarse en una especie de sentido de limpieza, que condena la mentira y repudia la maldad”.
La figura del maestro se percibe en la perspectiva de la humanidad como un foco de luz y será por la difusión de esa luz, que algún día se comprenderá que no hay obra mas grande que la de enseñar a nuestros hermanos que ignoran el camino de la verdad que nos conduce al bien y vamos a entender que el arte, la industria, el comercio, la ciencia se han desarrollado gracias a esa herencia que a través de los tiempos hemos recibido de los maestros.
Por eso en esta fecha que se ha dedicado a honrarlos, pagamos una parte de la deuda que tenemos con ellos con la moneda de la gratitud y del respeto, porque es el maestro después de los padres, el que ha enseñado a los hombres a marchar por los caminos de la vida.
A los Maestros hoy en su día, un fuerte abrazo.
Respetuosamente.
C. P. Roberto González Barba
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