lunes, septiembre 30, 2024
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Por: Rosa Elena González

Hijas del surco…

Pues el viernes 15 de octubre fue el Día Internacional de la Mujer Rural, y otra vez a las verdaderas hijas del sol y el surco, las mujeres que viven en las comunidades rurales y trabajan la tierra, las autoridades y organizaciones campesinas ni siquiera en redes sociales un saludo les mandaron.
Aunque la verdad más que saludo en lo que se deben aplicar quienes gozan de presupuestos o dicen atender los asuntos rurales es en atenderles, valorarles como se merecen, no solo mencionarles para justificar trabajo o lucrar políticamente.
No valen discursos que no se conviertan en hechos, menos cuando las mujeres rurales han aportado tanto a la sociedad.
Bueno, hasta programas para ellas han creado pero ¿Qué se está haciendo para que esa bella flor del campo no muera, para que las mujeres de alma grande, pasión por la tierra e infinita bondad tengan cosechas de oportunidades? Nada.
No basta con que cada año se celebre el 15 de octubre, se requiere que en cada conmemoración se dé cuenta del progreso que han tenido las mujeres rurales en sus comunidades, de los apoyos que tienen para hacerles la vida menos pesada, porque la verdad es que la mayoría de ellas ni siquiera saben que existe un día para festejar su existencia.
Las verdaderas mujeres rurales día a día luchan en su comunidad, la jornada comienza con la alborada y termina al caer el sol, saben más de responsabilidad que de festejos, de cómo labrar la tierra que de diversión, pero al ver florecer su siembra lo disfrutan con gran pasión.
Ellas, las mujeres del campo, aman la tierra que les da de comer, en ella tienen sus raíces, sus sueños y esperanzas, por eso les duele verla árida y vacía, mayor es su sufrimiento cuando no la pueden hacer producir y sus maridos e hijos tienen que abandonarla para buscar otros horizontes.
Nuestras mujeres rurales son ejemplo de vida, fortaleza, amor, bondad y valores, capaces de soportar los candentes rayos del sol y hasta de aguantar el hambre esperando ver producir la tierra, no se quejan pero en sus rostros reflejan el dolor y tristeza al ver que las parcelas ya no dan para comer, pero aun así la quieren y la respetan porque en la tierra ven sus raíces.
Con la piel curtida por las inclemencias del tiempo van por la vida, saben disfrutar del roció en la hierba, del olor de los azares, sienten la comunión de sus pies con la tierra del surco, se alegran por una buena cosecha y jamás maldicen un mal temporal.
Saben más de necesidades que de lujos, igualmente saben más de bondades y entrega que de oscuros intereses, para ellas el comer una gallina es día de fiesta porque aprendieron a disfrutar de las cosas sencillas de la vida, de las pequeñas cosas que dan felicidad.
Así son las verdaderas mujeres campesinas, sembradoras de amor por su tierra, su familia y su patria, ellas muestran con orgullo las huellas del trabajo en su piel, no les asustan las arrugas que la vida y los años de lucha van dejando en sus rostros, tampoco les espanta el dolor físico pero si el dolor de sus hijos, ese les pega en el alma y le causa tristeza, más cuando ven su tierra pedir agritos apoyo para seguir dando vida.
Por eso es que el empoderamiento de las mujeres rurales es crucial para terminar con el hambre y la pobreza, lo triste es que aún siguen sufriendo la desigualdad.
El negarles las oportunidades es tanto como negar el crecimiento de nuestro país en condiciones igualitarias, con sociedades fuertes y un futro mejor, y sin embargo eso sucede.
Paso el Día Internacional de la Mujer Rural y aunque en las ciudades de todo el mundo se recuerda y festeja que hay mujeres hijas del sol y del surco acá ni un saludo se les mando a pesar que ellas son capaces de contribuir en las economías y levantar imperios al sembrar con amor para cosechar la tierra y formar familias con valor.
Para todas las mujeres campesinas que viven en las comunidades rurales de esta hermosa nación todo momento debería ser de reconocimiento y felicitación, no por el día Internacional de la Mujer Rural porque para la mayoría de ellas todos los días son iguales, es por conservar la esencia de un país con gente buena, noble, trabajadora que aun en el sufrimiento no pierde la fe y agradece a DIOS por la vida y la generosa tierra.

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