* No es posible que estén condenados a vivir entre malos olores y basura, como si fueran animalitos
Para las religiones en general, los pecados tienen un costo, el que se debe pagar en la vida o en la muerte, ya sea alcanzado la gloria o descendiendo al infierno, según les enseñanzas que se les imbuyen a los seres humanos desde sus primeros años en el hogar.
La historia de don Paulino y doña Conchita, nos obliga a la reflexión, Acaso hay algún pecado que merezca tanto castigo? Que hicieron o que deben que están olvidados de todo el mundo, en medio de la gente que no los ve, no los siente, no les escucha, que pecado pesa sobre sus cabezas, que hoy en día tienen que vivir entre cochambre, malos olores, en un viejo colchón que desvencijado y maloliente, les abraza en las frías noches luego de vivir si a esa forma de pasar los días, se le puede llamar vivir, 24 horas más de hambre, de carencias, sin agua para sus elementales necesidades, sin energía eléctrica, como simples animalitos que se meten a un hoyo, para pasar la noche.
Que pecado tan grande habrán cometido, que sus cuerpos lucen gruesas capas de mugre, sus uñas largas y sucias, son el complemento de unos pies en total desaseo, con ropaje que hace meses cubren sus maltrechos y físicamente mermados cuerpos, enfermos y cansados.
La cueva más que vivienda donde se refugian es un total muladar, basura, restos de comida, tierra, bolsas amontonadas, ropas colgadas desde tiempos sin recordar, paredes que dejan filtrar la luz exterior, por la polilla que ha consumido la madera, por los huecos que se han producido en aquella vieja y apolillada casucha que amenaza con venirse abajo.
Que pecado tan grande habrán cometido Paulino y doña Conchita que ni sus hijos se hacen cargo de ellos, que los han olvidado y dejado a su suerte, que pecado tan grande habrán cometido, para tener esa vida, una triste y miserable vida que ellos ven desde su ya oscura lucidez, muy normal.
Que pecado tan grande habrán cometido que sus mentes se nublan, sus movimientos son torpes por la edad y la desnutrición, Conchita siempre sonriente dentro de su mundo irreal, Paulino siempre gruñon, un poco agresivo, pero sin la coordinación mental que le permita defenderse y buscar mejores opciones de vida.
Que pesada a sido su carga en esta vida, acaso habrá aún algo peor para castigo de la especie humana que estar ahí sin estar, hablar sin ser escuchado, gritar sin que oídos extraños oigan esas llamadas de auxilio, bendita la obstrucción de sus mentes, al menos esa si ha sido benigna con ellos para evitarles ver su muy triste realidad.
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